Hay un poema que mi amiga Yan me dictaba algunas veces. Hoy podría ser una de ellas.
Mudanza
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejó en su lugar
aunque me estorben.
sin limpiarlas,
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.
Fabio Morábito
4 Escrúpulos y jaculatorias.:
Gran poema. Lo clavaré en una de mis paredes.
Más saludos.
Gran poema, sí. Atnorníllalo.
Uno aprende con las mudanzas, definitivamente, y también uno se estresa, todo hay que decirlo...
Abrazo,
Yan.
Abrazo, Yan. Y, al final, lo que queda es acomodarse.
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