Sin espectativas.

Sin espectativas.
Por: Luis Felipe Pérez.


Hace unos días estuve en un restaurantito en medio de la Sierra de Guanajuato; Fue el primer momento, después de varios días, en el que me sentí algo tranquilo, esperanzado, pude estar de buen humor. Tengo casi un mes depresivo, a disgusto, de mal humor, en pocas palabras, insoportable. Me cayó la cuenta del presente, o del futuro, me cae mucho más de peso estar al final de una etapa sin tener el inicio de otra, simplemente sin espectativas.
Me abruman ruidosamente las distntias cuestiones sin importancia, y he demostrado en todo caso que, durante estos siglos de mala estancia en el mundo, mis diversas e incontrolables estancias en los distintos estados de ánimo, sin duda, un inminente terremoto. Hay mucho ruido, simplemente hay un rechinar de dientes de tehuacanazos, de posición fatal.
La visita al silencio o la placidez comprueba la ausencia de ésta durante el tránsito vital. Podemos pensar en Paul Ricoeur, cuando habla del detenimiento, o el distanciamiento, o en suma, del proceso por el que uno, como interpretante del mundo, estructuralmente adquiere distancia de lo vivido, del mundo de la vida. El detenimiento es la llave a la explicación y ésta es parte del proceso de comprensión. A mí la comprensión me parece una manera de ver el mundo; el proceso que describo aquí es una actitud de vida. Reflexionar -del o acerca- del mundo no es una solución, nunca pensar el pensar será la solución a cualquier problema práctico. El derivado de pensarse las cosas no es otro que una mole de frustraciones, ser conciente es angustiante, simplemente y sin tener que hilar más ejemplos, pensar mata, reflexionar tan sólo engendra dolor.
Distingo algunas cosas que hacen que la angustia me interese sin embargo: la posibilidad de ser. Como sea que se le vea, trabajar a palos la conciencia es simplemente fabricar la posibilidad de enfrentar el mundo. No es que sea malo no enterarse de algo en la vida, pero yo por lo menos, he ascendido al presidium a la experiencia; consdero a ésta como parte fundamental de cualquier psobilidad de algo en la vida; con la experiencia, la analogía, la asociación, el jucio, la sensibilidad. Con la experiencia y la reflexión, podremos pugnar por el precepto gadameriano que tiene la desaparición del prejuicio.
Comprobado está que mucho de la vida es por prejuicios. Hacer como que se vive, hacer como que se conoce, hacer como que se interpreta, es hacer como que se ha vencido los prejucios. La normalidad indica que no; que, precisamente por ello es que mucho del conocimiento del mundo es lo que es, un mero prejucio. No pienso para nada en prejucios morales, o religiosos, sino en plano general, un prejuicio que impide precisamente vivir, experimentar, en el que simplemente se está sin acceder a algún lado. Un limbo reconocido como posición fácil y cómoda, que presume además de ser la mejor: pusilánime y sin espectativas.
Prefiero aquello que ha consignado varias ocasiones Juan Goytisolo: "prefiero equivocarme por mi cuenta que vivir bajo consignas".

0 Escrúpulos y jaculatorias.:

 
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