Pláticas generacionales.

No hace mucho, por motivos que no vienen al caso, Anuar y yo nos vimos envueltos en una discusión que tenía sus tintes de repudio a las idelogizantes caricaturas de los noventa. También cargaban nuestras palabras cierta nostalgia y, por supuesto, recordábamos a la par y con levantamientos de cabeza: cada nombre, cada proteíca trama, cada dolorosa desgracia y coincidíamos en que a cada uno de los personajes y sus historias los acompañaba esta especie de espíritu de la época alimentado de orfandad, tristeza y abandono digno de las lágrimas de cualquier niño. Esto siempre termina recorándome a aquel amargado que escribiera Pulgarcita, El patito feo, entre otras historias de rechazo y cruel destino.

Cualquiera puede asegurar que no es la primera vez que se trata el tema. No estamos ante la última ocasión en que se habla y vocifera sobre Tarzán pecoso, La ranita de metal o hasta Kisifur, un oso ingenuo que vivía con su padre en un pantano y solía meterse en problemas con un par de caimanes a los que todo les salía mal. Lo que pienso al respecto es que esta edad en la que vimos cómo todos sufrían por la pérdida de la madre nos afectó irremediablemente. Por lo menos me afectó a mí. Recuerdo, por ejemplo, que nunca me sentí a seguro cuando estuve al cuidado de mi padre. Siempre me sentí en orfandad. Sólo me sentía seguro cuando sabía que mi madre era la que estaba a cargo. Esto se lo achaco a las historietas de las niñas sin presencia materna como Heidi, la protagonista de papasito piernas largas o el maldito y desgraciado Remi, que aún cuando lograse encontrar su objeto más deseado, por su bien, tiene que sufrir una vez más el rechazo.

Podría enumerar tantos traumas, sugerir tantos relatos que con un par de cervezas se convierten todos en una suerte de psicoanálisis, pero no tiene tanto caso; sólo me he detenido a mencionar lo anterior, porque en la mañana del martes, a boca jarro, Nadia, la locutora con la que comparto las recomendaciones culturales en el programa, me planteó que habláramos sobre los Pitufos, otra historia. Otra leyenda urbana llena de exámenes psicológicos, sexológicos y medievalistas. Estos temas, por más que Fátima opine que no me exponen, que no son "serios", lo son para una generación que creció apabullada por este tipo de dibujos animados.

Dimos un repaso bastante tangencial por las diferentes filas de personajes, caímos en la cuenta de lo diabólicos que eran para unos los personajillos azules, pero también me atreví a afirmar que tanto estos como Los caballeros del zodíaco o como la misma Rosa Salvaje pudieron resultar el diablo en aquella época para los dueños de la moral cuando la globalización, el hedonismo y los medios de comunicación no habían explotado tan centrípetamente y aún podían nuestros padres encender y apagar la tele de bulbos cuando ellos quisieran. Las computadoras eran gigantes y las páginas de internet resultaban una especie de cuento chino; no había prodigy para todos, y muchos apenas sabíamos que era el maldito MS-2; El programa para procesar textos se llamaba work, era a blanco y negro y se controlaba sin ratón. En fin, resulta que hasta Cri-Cri podía encabezar una campaña de mensajes subliminales así como las carátulas de discos de Juanga, Enrique Iglesias y Alejandra Guzmán; Los análisis de los cuentos como Caperucita y el Lobo o cualquiera que se le viniera a la mente a uno, tenían que ver con sexo, sadomasoquismo o por lo menos invitaciones a actividades poco decentes.


El espíritu de la época era, más que de volátil como ahora, de dirección a un precipicio; de pronto, cual kafkiano suceso, el ciudadano de a pié podía subirse a la Montaña Rusa y nunca volver al lugar de donde partió. Aparecer entonces entre Peñascos y barrancas, zonas áridas y demás demoníacas imágenes, contar con un poder especial y tener mil peligros al acecho. La víctima siempre buscaría volver, pero, siempre, ante cualquier oportunidad inminentede hacerlo, el puente del que se dependía terminaba por derribarlo una bola de fuego espectacular, una mala jugada del destino o ya de muy mala suerte, había que rescatar a un pequeño unicornio en problemas.


Martes, diez y media. 870 am. Lea Poesía, escuche radio y, como mi psicóloga insiste: sonría más que ayer.

3 Escrúpulos y jaculatorias.:

tu.politóloga.favorita dijo...

A veces parece que todo tiene que ver con maldad y sexo, por eso Freud tuvo tanto éxito. Afortunadamente la mayoría de sus teorías ya están descartadas.
saludos!

Alejandro Palizada dijo...

recuerdo a una profesora que alguna vez dijo "cada quien sus clásicos".
en definitiva, no quiero calzar el molde.

Anuar Jalife dijo...

muerte y sexo: las dos pulsiones tocantes del hombre... no sé qué tan descartadas estén pero cuando salgo a la calle, cuando enciendo el televisor, cuando sueño, cuando bebo, cuando escribo, cuando leo, no sé me ocurre otra cosa... y en efecto, habría que trabajar, escribir sobre esos tópicos devaluados de nuesta niñez y nuestra adolescencia, quizás así descubramos nuestra propia falta de valía...

 
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