Hoy no.




Hoy no Trinca. Hoy no será.

Hablo de fútbol. No, de fúbol no, hablo de esa extraña ilusión que provoca un equipo de fútbol. Uno no puede evitar entusiasmarse con un equipo tenga o no espectativas. Desde lejos, aun desde lejos, no puede uno evitar buscar en los bares, en las tabernitas, en una abarrotera, en el puesto de revistas el partido de hoy. Caminaba casi a saltos, veía la hora. Por fin encontré un sitio con la tele encendida y sintonizada en el TVC deportes. El dependiente hacía su trabajo. Ni siquiera veía el juego. No creo que le interesara; sospecho que sólo ponía un programa en vivo para nosentirse solo; yo luchaba por no dejar al equipo solo. Encontré un marcador que me hizo dar un brinco y dejarle una sonrisa de niño a los que esperaban sus copias. Caminé y no cedía a los minutos. Irapuato 2, Necaxa 0. Busqué en el zócalo, en los bares que acostumbro visitar: ninguno tenía sistema de cable. Todos Sky. Internet fue mi solución. En la soledad de este sitio que me guarda los deberes escolares los click´s en búsquedas google me despertó la esperanza. Mi hermano mayor me enviaba esporádicos mensajes de los marcadores y podía dar cuenta de lo que iba sucediendo. Guardaba la alegría y la emoción en un empate global que se notaba tenso. Los tiempos extra comenzaron. Anotó Necaxa. Me saltaron los nudos en la garganta. El estadio silencioso daba la sospecha de que esto no iba bien. Irapuato empató y la posibilidad volvió a fundarse, pero a los de rojo les faltó físico. Castillo y Hurtado hicieron pedazos la cintura del Jalisco. Blanco, el arquero no alcanzó. No. Hoy no. Hoy veo, desde lejos, medio triste, cómo se queda solo el estadio con el eco de una esperanza que no se sabe de dónde surge cada vez.

Recuerdo que desde que no podría recordar andamos en el estadio. Recuerdo que mi padre nos llevaba en hora torera a ver a un Irapuato en decadencia: Eugenio Constantino que ya se iba del fútbol, El Flamingo Lira y El capi Pepe Ledesma, Félix Madrigal y años antes Anselmo Romero en una carrera contra reloj que comenzaba en el 85 pero que no encontraba futura: ni Gabrich, ni Scatolaro lograban algo. El Fútbol era un ritual. El fútbol era sufrimiento desde entonces. Los equipos contrarios venían a ganar. Irapuato salía a hacernos sufrir y a anunciar al Pollo Loco en el pecho de la casaca. Más tarde, comenzaría para los de mi generación el tránsito de ascensos y descensos. Claudio Marvin, José Antonio Bravo, Víctor Saavedra, el Fito Villegas y los cuates Rivera nos entusiasmaron tanto, vimos grandes juegos en grandes tardes. Yo era un adolescente, yo jugaba fútbol y veía fútbol y no había otra cosa más que fútbol.

Irapuato subiría a primera después de ser el amo de las finales con aquel Ortíz Borel como directivo. Pegasso, un nombre de miedo, llegó a la plaza azulgrana. Por fin Juan Alvarado, Máñez (q.e.p.d.), Christian Morales (un argentino que vino a probar suerte y que dormía en las terminales de autobuses según presumen) y Martín Rodríguez llevaron a los freseros y su afición de síntomas más bien crepusculares hasta un repechaje en primera, nadie olvidaría las celebraciones de Christian Morales, el tractor que tomaba entres sus manazas la cabeza de un policía y lo besaba. La sarandeada de parte de aquel Morelia campeón fue un aprendizaje. La enseñanza vendría a postrarse sobre los ánimos de una afición que se aferraba, otra vez, irracionalmente, por este triste negocio del fútbol:Pegasso decidía, después de dimes y diretes, después de amenazar a diario con “llevarse al equipo de aquí”, hacerlo y ya, cambiar de plaza. Doloroso. Todos veríamos cómo Veracruz sería el lugar a donde llevarían esa franquicia. Nos mostraba lo cutre de un fútbol mexicano como el que tenemos. Veracruz, un equipo de primera de ascenso, logró la primera división. Estorbaba esa franquicia traída de tierras freseras. El equipo terminaría en Chiapas. Era difícil ver a los jugadores de por acá, como Jesús Gutiérrez, jugando de anaranjado. La historia de ese equipo se escribió sola. El equipo creyente y pura pasión había desaparecido como si de un objeto de unisel se tratara: se desvaneció como una aparición guadalupana en el firmamento del bajío. Llegaría otra franquicia acá de ascenso. Otro esfuerzo comandado por Josías Ferreira y Ariel González, como técnico, si no mal recuerdo era un tal “güero” Saldívar. El equipo ascendería en una final de miedo contra el rival de al lado: León. Una final enmarcada por conflictos de tamaños terroristas. Saldívar y su gente le dieron una tunda al León que confiaba en sus arranques, en su chequera (comandada por Ahumada) y por su creencia de ser el equipo de “Tita” y del “Chato” Ferreira, de un Comizo ya en otras tierras: un campeón en tiempos difíciles. Irapuato y Querétaro perderían su lugar en la primera división fantasmagóricamente. El dueño de estos dos equipos de primera división no pudo demostrar el dinero que valían los equipos, un joyero de guadalajara, desde la ventanilla de su auto último modelo, le respondía a algún reportero de Los protagonistas que no, que no, que simplemente los equipos desaparecían por no tener un respaldo económico -sugiero que Hacienda y la Femexfut lograron un acuerdo frente al lavado dinero el que se les acusaba ya reincidentemente-. Luego vendría una hecatombe, los aficionados al fútbol profesional preferíamos asistir a los juegos de segunda y tercera división. Allí jugaban nuestros amigos y uno se entusiasmaba más fácilmente que con las vedettes que hacían una temporada de pifia en liga de ascenso. El equipo quedó en último lugar, jugó una promoción con el recién ascendido (que había vencido al irapuato de segunda división) Coatzacoalcos y la perdió. Sorpresivamente el equipo del afamado Choplin sucumbía, junto con su filial en la misma división.

Mucho se habló después de tare equipos de primera o de primera A. Por fin apalabraron uno y un tal Ricardo Rayas tomó un equipo que transformó en muralla. Ya no he sabido mucho de los nombres de algunos jugadores. Recuerdo a un Miramón, por ejemplo, zurdo que alguna vez me presumía su sueldo y su futuro en la vida. Se iría luego de perder una final más contra Querétaro orillando, otra vez, al irapuato a la intentona de Sísifo que se convierte ya en costumbre. no hace muchas temporadas ha sucedido esto. Hoy, otra vez, con otro técnico, otros patrocinadores pero la misma gente, la trinca ha caído en manos de un Necaxa sin ángel ni entraña, pero con buenos jugadores y los argumentos necesarios para poner silencioso al recinto en el que la parroquia fresera se reune cada que las campanadas llaman, cada que hay sobre la grama veintidós guerreros, un nazareno y dos banderas.




6 Escrúpulos y jaculatorias.:

José Antonio dijo...

Estimado LsZ, desde que recuerdo el fútbol poco me llamó la atención, quizá sea a que mi padre prefirió llevarme a las canchas de basquet, o a aquello triunfos juveniles en las carreras de fondo en la secundaria. El fútbol me aburría a mares, pero siempre me inquietaron los rostros tristes después de una final "irapuatense".

Anoche lo volví a sentir, caminaba por la plaza y los miré, tristes, nuevamente frustrados y no pude dejar de sentir una empatía, de alguna manera, al estar por acá, todo sentimos esa ruina. Sobre todo después de leer algo tan nostálgico como este post que nos obsequias.

Un abrazo

Roque Balbuena dijo...

Una vez me llevaron a ver un estadio que se construía: El Morelos, un coloso enano en el Quinceo que se disminuye como la memoria de la tierra que se quedó atrás. Y a mi papá se le ocurrió, años después, llevarme a mi primer partido de fútbol: Atlético Morelia vs. Irapuato. Ganamos, y la siguiente vez que fui al estadio, ya no había más que Monarcas de una corona. Pero el fútbol no me volvió a interesar más que como ingrediente de los fines de semana en que cualquier pretexto era bueno para destapar una cerveza. Con las novias de amigos que no sabían hablar con devoción sobre deportes, pasé buenas tardes cotilleando mientras los hombres de mi tribu putativa gritaban gol y se mesaban incipientes barbas juveniles.
Hasta que me fui y no volví a ver los partidos del Morelia. Hasta que me di cuenta de que el fútbol era un elemento del paisaje, un paisaje de nostalgias que viene precedido por la certidumbre de la derrota y que se vive con una esperanza que, sí, no se sabe de dónde viene o cómo es que vuelve a nacer.
Entonces, hoy ganó el Monterrey y algo como una sonrisa se me quiso dibujar porque jodieron al Cruz Azul, pero la derrota del otro no es lo mismo que la victoria propia, que casi no llega, que sabe a derrota cuando se es monarca de una corona y seis Modelos para recordarla se hacen menester porque sobrio no podría mentarse.

LSz. dijo...

Evidente alquitrán en la mirada mientras uno mira como miran los freseros que aún arrastran la porra del último aliento.
Por eso José Antonio, por eso, no hablo de fútbol, hablo de un equipo.

Un abrazo.

LSz. dijo...

Roque,

Este matiz crepuscular, estas cheves, todo junto hacen lo hacen todo, la voz de una derrota anticipada, la esperanza de quien no tiene nada de cualquier manera.

Eduardo Huchin dijo...

Qué buen recuento. No dejes de compartir las pasiones futboleras (las tuyas y las ajenas, como la del americanista dueño del bar).

LSz. dijo...

Así es Huchín, debemos hacer un recuento de lo que hace el fútbol con el alma de la gente sin esperanza.

 
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