Acomodos.


I

Bebo café. No probaba café des hace, al menos, una semana. Es domingo. Hablo poco con nadie. Me he quedado sin plata y espero el fin de mes, lo espero con ansia. Mientras, me hago muy hombre comiendo tan sólo atún cada hora de comida. Pienso en una isla en contingencia. Eso es quizá en lo que me he transformado estos últimos días. He decidido habitar un sitio lejano a todo. Allá todo es silencio y perros aullando después de la hora en la que cae el sol. Sí, no lo sabía de cierto, pero sí que se supone la presencia de otro ruido detrás de la ciudad cuando oscurece por acá. Es raro, ni siquiera tengo cómo sugerir que se constate, pero da la impresión de existir. La costumbre era habitar zonas céntricas. En esta ocasión no. He elegido agotarme antes siquiera de llegar a los sitios mientras el urbano ronronea y ratonea lentamente hasta llegar a un centro soleado y seco, como es el clima de aquí. El ritmo de la ciudad es quizá más parecido a lo que conozco. Puebla en sus ritmos se parece más a lo rápido, acá es más bien un aire de provincia que, propiamente no es lento, pero es diferente.

Hacía tiempo que no me enteraba de tanto silencio en muchos de los sentidos. Murmura el mundo y lo escucho, mis sentidos están alerta y quizá, por un momento logro callar. Ni siquiera articulo las palabras inteligibles cuando lo deseo. Es probable que uno siempre consiga lo que pide a pesar de lo insulso que es lo que uno desea. Habrá que guardar el cuidado que los viejos le enseñan a uno a tener.

II

La primera noche acá ha pasado silenciosa. Me he metido en un hotel barato y sin agua caliente. He hecho un poco de ejercicio para atreverme con la regadera. Acá despierto, desde esa primera noche, atolondrado. Quizá no me alimento bien, quizá sólo es que es difícil despertar aquí. He encontrado una casa. Mejor, me he resignado a que esa debe ser, por varias causas. La que recuerdo aquí es que debo dejarme de pendejadas y leer, leer mucho.
He vuelto a casa de mi madre a cargar la camioneta de E con cosas para habitar la casa. tres o cuatro muebles, un catre, cobijas y diez libros. Los demás que quisiera leer estarán, seguramente en el colegio. Las cosas necesarias se irán sugiriendo conforme pase el tiempo. Traigo, en realidad, poca ropa para subsistir. Terminaré lavando pronto, me repito a veces. Así, E y yo llegamos milagrosamente casi a las once. Pedimos instrucciones de una manera irresponsable. E y el nextel me han despertado totalmente, él charla con su primo mientras cruzamos un retorno en la pista colmada de tráilers y camiones. Parece muy seguro, creo que es distraído solamente. Sobrevivimos y logramos no perdernos. Esperamos a quien será mi casera. Llegan pronto y nos dirigimos a la casa. Mientras, E y yo recordamos las peripecias del viaje y las vicisitudes que él solo ha tenido antes. Me cuenta cuando se quedó sin caja de velocidades justo en la gasolinera en la que hemos bajado a comprar cocacolas. Yo he pasado por ese lugar, nos hemos parado al baño aquella vez de la Huasteca. Allí creo que fue cuando le vacié la cerveza a D y a mi playera por andar abriéndola con otro casco. E solía venir a visitar a una chica. Hacía locuras como las que hace normalmente por una chica. En su caso, viajar mucho. Nos reímos de cuando se ha puesto valiente esta noche al rebasar en zona prohibida. Temblamos ambos, la camioneta también. Terminó subiéndose a unas boyas y pegándonos un gran susto. Hemos bajado pronto las cosas, nos hemos despedido de la casera y decidimos ir por tacos. Nos hicieron mal a ambos. También hizo un frío de los mil demonios. Casi insoportable.

III

La mañana siguiente he ido al Colegio. No he bebido café y lo noto. Tampoco he comido bien y lo noto. Durante todo el día no me doy cuenta de que debo comer. Me la paso atareado con el señor que pondrá el bóiler. D ha hecho maravillas en Puebla para salvar mi pellejo frente a Prada. Le respondo en un mensaje que lo valoro mucho, le envío abrazos. Parece que eso saldrá. Acá, lecturas largas y emocionantes. Solo que yo no respondo, estoy atontado. Apenas me estoy equilibrando, no lo sé.

IV

Amanezco hecho pedazos y no despierto a tiempo. Me ha llamado D cuando recién me he despertado. No sé muy bien cómo he de irme al Colegio. Intuyo algunas cosas y sigo instrucciones que me han dado entre charlas. Soy inoperante con esto de escuchar qué hacer. Ni tiendas de referencia ni nada. Me trepo al urbano y me esperanzo al siguiente. Llega pronto. No sé dónde bajarme. Desciendo donde conozco y sospecho que está cerca el Colegio. Hay que caminar un tramo. El tramo justo para terminar llegando cuarenta minutos tarde a la clase. Mi profe no tiene mi celular y confiesa que estaba preocupado. Me dice, al verme, estás cansado ¿verdad?, yo ni atino a responder. El día, de cualquier manera, se centra en las instrucciones. No sé cómo explicarlo, pero frente a esa mesa siguiendo la clase veo algo emocionante de aquí a los siguientes meses. Mi compañero de aula me informa que cumple años y hará comida. Yo, sin dinero, no dudo en aceptar la invitación. Me voy con él. Como pronto y varias veces. Luego, otro colega me ofrece llevarme a casa. Tampoco me niego. Estoy seguro que no se ofrecerá otra vez a hacerlo. Vivo hasta la pistola.

V

He comido en la calle la mañana del sábado. He pasado dando vueltas en el centro buscando un puto cajero de mi banco. No estoy para regalar comisiones a otros. Saco lo que resta en la tarjeta, que es una cantidad lamentable. Calculo cuánto debo gastar cada día de aquí al martes y me meto a una farmacia que ofrece latas de atún a 9.50. Pago las necesarias para dos días, me hago de un par de kilos de plátano y un aguacate. Lo demás será escarbar con una cucharita en las latas de atún. Por fin caigo a la casa, hay un eco raro cuando uno abre la puerta de entrada. Lo relaciono con soledad. Abro los libros y comienzo a hacer notas. Pongo el radio y está un partido de fútbol. Lo escucho mientras cabeceo en el sillón. Finalmente me duermo un rato, la asoleada me ha dejado abotargado. Vuelvo a la lectura, acumulo horas en el escritorio y también me hago de una sensación de náufrago hambriento. Me consuelo al recordar que me he comprado latas de atún y de verduras. Como y retorno al escritorio. Me paro a fumar de vez en vez y así consumo las horas. Llegué a pensar que no encontraría el sueño pero pasada la media noche he terminado echándome en el catre a leer una novelita. No aguanto más de media docena de páginas cuando me entra un sueño como para dejarlo todo encima del buró. Así sucede, apago la luz y, nomás cerrar los ojos, me quedo dormido. He despertado antes de las ocho, el puto frío me ha movido del sueño. Pienso las cosas, acomodo las cobijas e intento encontrar otra vez el sueño. Un rato más. Un poco de ejercicio, un regaderazo, lectura. Decido ir a la tienda. Compro algo para desayunar. Mi madre ha enviado un mensaje pero no tengo cómo responder. He venido al centro de la ciudad y, en un hotel que ofrece el servicio de larga distancia, la he llamado. Le aviso que no tengo dinero pero que estoy instalado y bien. Hablo con ella unos minutos nada más. Tengo seis pesos en la mano. Es lo que me cobran por la llamada. Luego, busco un café. Lo encuentro. Ofrecen internet inalámbrico. Aunque no es café, sino restaurante. Me vale pito, de cualquier forma soy medio turista todavía.




3 Escrúpulos y jaculatorias.:

Lucía dijo...

Que vengan muchas cosas buenas para ti en SLP.

Abrazo con olor a café...

LSz. dijo...

Abrazo de regreso. Otro más por si hiciera falta.

Lucía dijo...

Hará falta para cuando regreses, de paso un café con sabor a abrazo.

 
Free counter and web stats