Extravío



Cada vez dudo más del tino con el que suelo moverme por la vida. Siempre sospecho mi extravío. Más que ruido hay rumor; un rumor empolvado que dice tanto y que azoga tanto y que sugiere tanto, que lo nubla todo. Aún así, hay una intuición como de bardo, como de confianza, como de imitador de dioses que me deja claro lo poco que se puede perder, que el control es frágil cuando el objeto de estudio -uno mismo- se pone a tirar del timón, y que la mucha libertad que sobra está en saber que no se merece nada, en que todo es el privilegio de lo que lo encuentra a uno en que a uno más que apabullarlo, la inmensidad lo cobija.

Sueño con dejar de ser un pinche bravucón. Sí, de verdad. Pero quizá no lo deseo. Quizá me gusta ser beligerante y desparramarme en cada momento. El bordeo de las cosas me sugiere el acercamiento como de ola, un vaivén que me deja tocar las cosas y hasta embarrarme y luego me aleja y me deja mirar, hechizado,como cuando uno, en medio del fango dulcísimo de la noche, en la cama, da un poco vueltas hacia la orilla para notar las curvas anforinas de quien duerme ya, al costado, con la mirada, como cuando uno fascinado de esa imagen sólo se permite mantener la mueca risueña, y casi boquiabierto por lo increíble de aquéllo que se mira, con pecado, con profundidad, con penetración de unos ojos grandes y castaños que se pierden como sombras en el bosque anocturnado.

0 Escrúpulos y jaculatorias.:

 
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