cuidad y mirada

Apenas tuve cierto aliento para rodear las calles. Tomé una piedra frente al monumento a Cuauhtémoc como el epicentro de ese rarísimo naufragio. Encendí dos cigarrillos casi continuados. Los fumé lento. la inmensidad de la ciudad era evidente, yo era pequeño pero muy calmo mirón de aquel emblema urbano. Quizá fue ahí donde comencé a sospechar el sueño. Quizá fue ahí cuando me di cuenta de que no estaba en mis manos ya, que había cesado lo que me tocaba y me entregaba al volado significativo, a la lección vital que el fútbol o el tránsito embotellado le dictan a uno frecuentemente: no se puede controlar casi nada. Tan poco se puede controlar ¡tan poco! y conforme pasa el tiempo, menos. Tan corto es el alcance de uno que el color de los matices de todo siempre tiene un nombre, o un grado, o un título, o una función que no es la mía. El doctor en el Seguro Social se quejaría de un par de enfermeras amargadas; ellas de algún impúdico jefe sindical; en la escuela los alumnos chingarían a un prefecto mala leche y éste a una esposa que, además de cocinar mal, no lo deja dormir con tanto bufido malvibroso; quizá, por qué no, es un texto maniatado éste. Pudiéramos especular y afirmar que la esposa de este prefecto que enviaría a alumnos al baño como premio a la mala noche que él sostuvo, es una de las dos enfermeras que chingan el ambiente laboral en alguna clínica de por ahí. Sí, uno puede controlar muy pocas cosas. Y así, un círculo en el que uno queriéndolo controlar todo terminaría en la tensión de una frustrada entrega. Me di cuenta  de ello. Pero no me negué a soñar. Y respiré profundamente mientras calaba el primero de los cigarrillos. Lo hice con la sensación de que al hacerlo daba la pauta para que todo desapareciera. Para que al menos yo me fuera integrando a este cuadro de costumbre salvaje.

2 Escrúpulos y jaculatorias.:

carmen jiménez dijo...

No te acostumbres. Sigue soñando que todo es posible, que nada hay en tu mano, que todo puede cambiar con un chasquido de dedos, o terminar. Prefiero el paisaje desolado donde todos los personajes desaparecen y entonces podemos vernos. Dice mi maestro: "que la vida es una ilusión".
Un placer leerte de nuevo.

LSz. dijo...

emocionate saberse leído por ti. A mirar por ahí, eso es lo que me toca. Abrazo

 
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