Resquemores.


Desde hace tiempo me sé un insolente. El sesudo análisis de un tal Atilano dictaba en sus informes de psicoanalista de aquel lugar -todo mientras él reía tiernamente- que tenía un problema con la autoridad. Esto se lo decía a mis superiores, quienes asentían como si hubieran sospechado eso desde siempre. Había algo en mí que no tenía solución clara. Había mucho de oscuro en los motivos de aquello. Sólo se sabía que yo era de mecha corta, que era un tipo irracional y, que en muchos casos, terminaba por ser tremendamente temido por insolente. También había algo de mito en aquello. Unos dimes y diretes fabricados en el cautiverio habían dilapidado mi popularidad.

Ahora, después de años de sublimarlo, de aniquilar mis posibilidades de ser héroe, de huir ante cualquier conato de bronca, tengo, otra vez, fama de castrante. Vaya. Uno tiene regresiones cuando la luna está regrandota. Y la fama allí, inmóvil, incólume, exacta.

4 Escrúpulos y jaculatorias.:

Lucía dijo...

No te creas tanto lo que dices, insolente.

Un saludo con el café del mediodía.

LSz. dijo...

Jo, vaya amenaza!

Saludos.

José Antonio dijo...

Ah! La fama, la fama...

Lucía dijo...

Yo no amenazo, jaja. Soy sutilemente franca.

Otro saludo de madrugada.

 
Free counter and web stats