B III

Amanecí en Puebla. En una semana he amanecido en tres diferentes ciudades y zonas geográficas. Irapuato, que es de clima más bien acogedor, Monterrey con algo de calor y densidad tampoco es un amanecer rudo. Puebla, siempre, lo recibe a uno con unos vientos ligeros y fríos que lo despiertan y lo hacen a uno correr para guarecerse. En Puebla nunca conservo la calma, la terminal siempre está movida, yo me muevo con ella. El viaje se hizo corto aunque fue extraño. Accidentes en la carretera. Accidentes recién ocurridos. El tráiler humeante y el paso cansino de los automóviles en la pista daban un tono lúgubre a ese tránsito. Sólo desperté una ocasión esta noche de viaje Irapuato-Puebla. Fue cuando pasaba el bus lentamente al lado de un tráiler blanco hecho trizas en medio de la autopista.
Hacía unas horas atrás, todavía conducía yo, cuando en la carretera libre Guanajuato-Irapuato pude recordar a aquel torton varado casi encima de un mezquite hace ya algunos años. Lo recuerdo amarillo y humeante. Recuerdo que la gente de los alrededores acarreaba cubetas con agua y los que tenían extintores también traían al sitio del accidente. También había muchos mirones. Uno pasaba espectante pero con ganas de librarse de esa imagen. Esta noche pasada también ha sucedido algo. No había ningún auto visible. Pero las cubetas entre los vecinos eran copiosas, los bomberos iban acercándose y la gente mirona también hacía señas a los automovilistas para que tuviéramos precaución. Un auto, en esa curva aperaltada había ido a dar al barranco. Eso en aquella carretara en la que alguna vez vi un torton encima de un mezquite una noche, también, de domingo.
Han pasado horas y he pensado poco. Lo que termino pensando es en lo pusilánime que es la queja personal frente a todo lo que sucede alrededor. Accidentes, extranjeros sin saber cómo pedir un taxi, madres con petacas y con hijos imposibilitadas a todo, mujeres solas cargando la vida de toda la familia, taxistas erráticos que no encuentran un domicilio, nente sin dormir, L que no sabe cómo hacer que pasen las horas poblanas desde hace un tiempo es una pelusa en el bolsillo de unos jeans sucios.
Y entonces camina cansino y algo atontado. Se bajó recién del bus. Ostenta unos pies hinchados y algo de malestar de los tacos de antenoche. Camina con diez minutos de anticipación rumbo a clases. Jugo de manzana, café, un cigarrillo. Ha recordado que olvidó meter en sobre, dejar sus datos y, con ello, ha perdido la ocasión de envíar un texto que ha escrito para responder a una convocatoria. Verá si se resuelve. Improvisará. Quizá no sea lo mejor empecinarse, pero da cuenta también de que esto fue un descuido, no una terquedad. Si no logra envíar el texto, intentará publicarlo en este blog.

6 Escrúpulos y jaculatorias.:

José Antonio dijo...

L es un cronista destacado de la vida.

LSz. dijo...

Jo. L es un superviviente.

José Antonio dijo...

J recuerda que L ha dicho: "sobrevivir es una especie de heroísmo".

carmen jiménez dijo...

Pues a L, sólo decirle que lo único bueno de olvidar hacer su envío, es poder leerlo en este blog.
Besitos.
(Y yo que creí haber dejado ya mi comentario entre la carretera de Irapuato-Puebla)

LSz. dijo...

Carmen, el envío no lo olvido. Lo que olvido es hacerlo. Guarda esperanzas. Un abrazo.

LSz. dijo...

José Antonio. Así es. Sobrevivir es para los que quieren ser héroes, yo no sé si hoy L lo quiere ser.

 
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