B IV

Insomnio. Despertó de súbito a las cuatro en punto. Gimoteó un poco todavía intentando volver al sueño. En sus intentos recordó lo que estaba soñando. Su sueño también era como la vida. Una vil frustración, un quedarse quieto e inmóvil y pusilánime y silente; le tocaba, como le toca, mantenerse pasmado, sitiado en su acrisolada epidermis. Le tocaba ver cómo el gordo de cabeza rala y corbata roja se llevaba a la mujer con la que charlaba. Y en la duermevela L se repetía, soñé que estaba en la barra de un bar neon, soñé que bebía tequila, soñé que el cantinero me llamaba por mi nombre, soñé que aparecían dos mujeres del pasado, una rubia y culona, otra morena, de cabello lacio y delgadita como una vara. Charlaba con las dos como en confesionario, la una no se enteraba de lo que la otra decía. Soñé que pensaba las cosas. Soñé que sabía que a la culona le gustaba el novio de la flaca. Y aquélla me decía en voz baja que yo debía meterme con la flaca. Soñé que sonreía mientras le confirmaba lo que ella ya sabía, que con quien quería estar era con ella. Soñé que lo dije, pero seguro no lo escuchó porque, en el sueño, en eso apareció un hombre alto y un poco gordo, de corbata roja y se llevó a la culona, o ella se fue, mejor dicho. Entonces L recordó que había soñado, dos noches atrás, que recibía la madriza de su vida en otra cantina, una azul con azulejos sucios. Un hombre obeso de ojos vidriosos le acomodaba catorrazos certeros que se estrellaban contra el estómago de L. L perdía el aire y se le dificultaba levantar el rostro, L sentía cómo su humanidad estaba haciéndose pedazos. Soñó que todo estaba mojado y despertó, más bien hecho pedazos con un sollozo casi imperceptible en el que reparó todo el día, no podía respirar profundo sin recordar el llanto infantil. No podía dejar de sentir ese dolor de desgarre en el pecho en el que existe una tormenta, no podía levantar el rostro sin dejar de pensar que un puño gordo se le estrellaría en el rostro, éste que muestra unos ojos tristes como de canción. Sentía el corazón, si es que se admite la metáfora aquí, hecho una hoja de papel periódico arrugado como para usarlo en el W. C. Sentía el corazón apretadito, también sentía vergüenza por querer marcar en el teléfono números pidiendo auxilio a las cuatro y quince de la mañana.

0 Escrúpulos y jaculatorias.:

 
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