B VIII

Sigo con Ángel González. El llanto de anoche en principio me conduce a una resignación engañosa. Actúo como adolescente y me preocupan estupideces. A ratos tristeo, a ratos tristeo con una naturalidad en la que las ojeras ya no son algo extraño. Sólo creo que había olvidado que mi ánimo era el de los hombres tristes. Es lamentable porque me agradaba el otro estado, ése en el que uno no ve lo tormentoso en nada, me agradaba ese estado en el que uno simplemente fingía que todo iba bien. Pero, al parecer, no puedo mantenerme así, no sin un aliciente más allá que mi "privilegiada" posición. Asumo con responsabilidad este sitio, y me empecino en el asunto de la lectura, no busco la utilidad y mucho menos examino la posibilidad de justificarlo por ese lado en el que debe servir para algo lo que hago. No, siempre lo he sabido, ni lo que haga ni lo que soy sirve para algo. Acaso me permita ser, existir, pensarme. Pero eso tampoco sirve para nada en el mundo de la utilidad y el desenfrenado empeño por la estabilidad.
Había olvidado el sitio que ocupaba hace tiempo. Éste en el que, acorazado, inmóvil, ubérrimamente triste y jodido iba diletando. Había exhumado de mis estancias esa manera de ser. Había escapado a la sombra fiel del tipo avejentado por el tormento de no se sabrá nunca qué, había puesto un pausado tapón a esa fuga de risas desde siempre, había engañado a mi mirada triste y la había hecho voltear la cara a su destino: ser un combatiente estoico contra la nada, un monumento en el que se fije la gente o se caguen las palomas con harta libertad.

2 Escrúpulos y jaculatorias.:

Anónimo dijo...

y ahora no sé qué decir.
yo pienso que no siempre eres del ánimo de los hombres tristes. no te conozco lo suficiente pero es muy agradable platicar contigo.

y sí, todos algunas veces actuamos como adolescentes.
ánimo, ya pasará!

LSz. dijo...

Ya pasará Anónimo. Platica conmigo, creo que me hace falta, tanto de mí mismo para mí mismo es dañino.

Abrazo.

 
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