La casa al final de los días

Isaura Contreras

101 páginas

Universidad de Guanajuato, Colección Anaquel 2007

Por: María Font

A Isaura Contreras la encontré apenas el año pasado, en México. Se la veía diferente de cuando una la topaba en Guanajuato. Quizá era la ciudad, quizá sólo el cambio de aires que a todos nos suele pintar enrarecidamente bien. Todavía no le habían otorgado, en Chiapas, el Premio a Novela Breve Rosario Castellanos del 2010. Pero sí, unos años antes -apenas tres-, había salido de la imprenta universitaria La casa al fin de los días, una novelita de 101 páginas apenas que, como afirma Mónica Lavín, ya mostraba la cosecha literaria -desde tan joven- de esta escritora. A la lectura se confirman las aseveraciones precisas de Lavín respecto de la tímida pero contundente joven creadora. En éstas afirma lo redondo del mundo literario que ofrece Contreras, así como las sensaciones de candidez y de tristeza que en medio de la cotidianidad se develan en el tránsito de la lectura; también, subraya la conjunción inapelable de la forma y el fondo para madejar lo que se descubre como una lectura imparable.

Y así transcurre la experiencia. Contreras atrapa con una narrativa que experimenta sutilmente y abreva de esta tradición tan latinoamericana de la invención casi fantástica en medio de la rutilante cotidianidad. Sus personajes resultan contundentes y libres, sin bordes que los ciñan a un derrotero marcado. La historia, simple y luminiscente, engolfa al lector entre la ternura entristecida del transcurso de los días y la fantasía que entrecruza cada instante y, con ello, erige un monumento al desalojo y la espera terrible ante eso. El personaje, que es una mirada casi delirante, carga con la ensoñación y el nerviosismo de la demencia; la sugiere como la emergencia de una lucidez sórdida, todo alrededor de La casa al fin de los días. La narrativa de Contreras se presenta colmada y constructiva. Por un lado, su ritmo es casi vertiginoso pero solanero y por otro, cocina sensorialmente (sensualmente), y con tal precisión, que es complicado describirlo sin mellarlo con un adjetivo fronterizo nada más. El mundillo al que nos invita la autora juega con los espacios y los rudimentos de la casa y asciende hacia las emociones, los sentimientos y los adjetivos concretos hasta fabricar la impresión certera de estar ante la vida y sus hipérboles.

Con ecos sensualistas de un Reinaldo Arenas o la Nobel de literatura H. Müller; bajo el cobijo de una tradición que reconoce a Macondo como su epicentro en invenciones pero nunca suscrita a estos epigonalmente sino de propio camino, la estudiosa de Vicens y Pizarnik nos deja una lectura que, sin duda, es una confirmación y un atinado riesgo a cargo de la Universidad de Guanajuato a través de su casa editorial.

2 Escrúpulos y jaculatorias.:

Anónimo dijo...

Querido Luis, yo buceando en tu blog, disfrutando de tu límpida y magnífica escritura, y me sorprendo de pronto con las palabras más generosas que me han hecho de este libro, y ni siquiera me lo habías mostrado! Mil mil gracias por tomarte el tiempo. Sigue regalándonos tus letras y, de vez encuando, escríbeme un correo. Un abrazo fuerte!
Isaura
p.s. Hermosísimo y conmoverdor el texto sobre Raúl, como todos, muchas felicidades.

LSz. dijo...

Isaura querida, me quedo sonrojado con tus adjetivos. También noto el portento de tu voz. Pensé que te lo había mostrado cuando salió en Guanajuato. Perdona mi descuido.

Te escribo, te escribo pronto. Será un placer.

Te dejo un grande, grande abrazo.

Gracias por pasar.

 
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