Una carta blanca, una fritada, cabrito y machito. Comió mientra se escuchaba al fondo del restaurante un tipo con aspecto de Santa Caluss en verano que interpretaba canciones del pirulí o de cantoral. Repartió la propina entre el mesero y el cantante. Charló un poco con el mesero. Le recomendó dos bares, ambos, cuando los pasó, habían cerrado. Caminó. La recomendación de Lomelí estaba abierta. Lo pensó, pero había sido mucho cabrito y un día largo, y un viaje largo, y mucho monólogo como para enfadar a alguna morra amable con la vida vertida en soliloquios por unos cuantos pesos. Decidió entrar en el hotel, saludo al recepcionista, escaleras, tercer piso, vistazo a la panorámica de baldío, tele encendida, ESPN. Despertar a las ocho de la mañana por las putas agruras que le heredaba la cena de la noche anterior.
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Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor
para cambiar las cosas que sí puedo y un manual de estilo para conocer la
difer...
Hace 1 semana.
2 Escrúpulos y jaculatorias.:
Me quedé en las vísperas de tu bitácora, y es que mi barco estuvo a la deriva sin brújula y sin una brizna de viento que pudiera empujar sus velas maltrechas. Y hoy atraco en este puerto y escucho con placer este cuento de frituras y machito y aprendo una nueva palabra que seguro recordaré una de esas noches o esas mañanas, donde el cabrito se repite...
Un abrazo.
Je. Sonrío socarronamente con el comentario Carmen. Un abracísimo desde la casa de mi madre.
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