Jueves


I
Escribo jueves y destruyo los otros días. Jueves. J-u-e-v-e-s.
Tengo una lista de pendientes. Es medio día. Sigo descalzo. También me castra darme cuenta de una lista. Me encabrona decir que no me alcanza el tiempo. El hedonismo implícito en mis pendientes me salve de cualquier comparación con gente importante.
Anoto en notas inútiles los pendientes, también lo que no importa, también todo.

II
Soñé que probaba leche agria. La tragaba. ¿Qué significará eso? ¿Por qué me pregunto el significado? ¿Será que tengo vocación para las amarguras?
Abrí los ojos. Estuve catatónico un rato. Acuso un cansancio de días. Aunque podría azotarme y decir que es un agotamiento por la vida, no es verdad. Acaso una dichosa fatiga de treintón demeritado en hombre. Una suerte de elixir de como cuando se ha tenido un grandioso fucking toda la noche anterior. Compruebo, una vez más, que esta ciudad cansa. Salir de los espacios cotidianos le roba al espíritu. Los días empiezan tarde, se acaban pronto.
Salí de la cama porque no aguanté las ganas de orinar. La meada de la mañana es un gran despertador. 
En el estudio, Pável ya está despierto. No es común. 
Hoy escribe.

III
Siento este lugar con esa vida invisible que roba a sus inquilinos. El departamento adopta el estado de ánimo de sus habitantes. John lo habita, ascéptico, con un olor extraño, a sudor añejo. El estado de ánimo es monacal. Se percibe la presencia de un páramo amarillento de las polaroid de Arizona; también, en algunos momentos, podría verse algo de gótico y medieval, algo de pasaje transilvano. 
Morita lo invade. Mariguana. La atmósfera se aletarga, cuesta trabajo pisar con firmeza; los pasos son una caminata por la luna. Diana me pregunta si la mamá de Morita es como él. 
Si es Pável, se dice, hay una renovación del horroris vacuum. Libros y papeles, archivos y revistas, acumulativa manera de llenarlo todo. 
Hoy escribe.
Un espíritu lo invade todo (olvidémonos de aspectos místicos porque luego habrá quien lance acusaciones de romanticismos poco funcionales, imposibles. No, dicen, la vida no puede ser tan poética, tan romántica).
A mí me asalta una ferocidad. Golpear el teclado de mi toshiba avejentada es un deporte. La pagó a crédito mi padre para que yo me fuera a Puebla con una máquina. Escribí la tesis, descubrí el facebook y el twitter. La vi llenarse de polvo, víctima de mi desidia, como sucede con mis zapatos. No desempolvo. Una afición por dejarlo todo quieto.
Edito estas tardes. Ayer salí tan apendejado de buscar erratas que no pude estar atento a la charla que me convidaba mi amiga Diana, la cuenta cuentos. Le pedí disculpas. No lograba conectarme. Pensaba en cuartillas sobre modernismo. También pensaba en dejar de mirar a la mesera. Creo que mi amiga quería que le viera las piernas. Especulo. Lo hice. Le vi el culo cuando se alejaba. Caminó rumbo a la parada del metrobus y de reojo le clavé la mirada en el volátil trasero.

II
No tolero el labial rojo en labios gruesos. No sé por qué. Me asaltan mis traumas de infancia. Mis complejos freudianos. No supero las sombras para los ojos en color azul o los esbirros de hojalatería que lucen algunos maquillajes en los rostros de gente. Me pongo maníaco cuando estoy frente a un maquillaje mal aplicado. Las sokbras sobradas, el corrector como antifaz, el polvo blanquesino que no corresponde con el color de piel, el labial embarrado en los labios. Pienso ahora en una suerte de complejo que se desata. Me pongo tenso, me abandona la naturalidad, me atasco.
Me revientan los zapatos feos. Lo escribo aquí porque seguro no tengo la carta moral para denunciarlo como un pinche policía del buen gusto.
Sufro de erecciones en los supermercados. Indistintamente me veo incómodo en ellos. Son regresiones por las que me pregunto, de las que no encuentro el origen.
Me causa angustia que se cepillen los dientes mientras se pasean por la casa o el departamento. Me acuso de intolerante porque veo que es mucha gente practicante de este ritual frente a mi irracional delirio. 

III
Las historias parecen estar enfiladas, como sobrevolando. Escuchamos a Chavela Vargas. La invoca. Escribe. El contingente la imagina en poncho rojo. Así la evoca Joaquín Sabina. Sólo en canciones porque nos dijo Chavela que ese cabrón nomás no se aparece por ahí. Ni una llamada, dice. Pedro, en cambio, la llama en su cumpleaños y le envía rosas. Llena el lugar. La última vez que Joaquín Sabina estuvo en México, gritó que la visitaría. Había miles de testigos. Ahora que se encuentra delicada en el hospital, lo que hará la prensa será preguntarle a Sabina, ese canalla, por Chavela. Él dirá cuánto la quiere. Se lo dijo a los asistentes a un concierto en el Auditorio Nacional; también confirmó públicamente que iría a la quinta Monina, donde vive la del poncho rojo. La iría a ver.
La dejó esperando.
Atendió al llamado de el presidente de México y comió en los Pinos, entre un polémico "debate". Él iba a recomendarle a Felipe Calderón que esa guerra antinarco era ingenua, también estúpida. Salió diciendo que nuestro presidente era un hombre de buenas intenciones. Chavela no fue parte de su día.
Escucho Mundo raro.

IV
Me ha comentado Miguel que no hay coherencia en mi texto del miércoles. Dos cuestiones: no había pensado en lectores. Pretendía tirar, tirar, tirar. Escribir. Estos días en el blog tienen más intención de posdata, de notas, como diría Yépez, mi colega de la Fundación. Notitas inservibles, una pirinola que marea.

V
Una escritura sin adjetivos. Aunque al escribir eso ya califico mi escritura. Por ausencia, tiene, atributos. ¡Puta madre!.
"Los días a su lado, conociendo su cuerpo, sus sueños, repitiendo su nombre, sus besos, rompiéndose en las finas fibras" Sigo con Vicente Melo. Fascinante.

VI
Hoy publicaron "Fechorías de chaperón" en la revista de la F. He terminado de editar y me he divertido escribiendo unos agradecimientos insolentes. He pensado en Yan un rato durante el día. Rercordarla me recuerda que no olvide dejarme devorar por esta vida, meteroros día a día. Las colegas de por aquí, hoy, particularmente, se veían guapas. Supong oque es el ocaso del verano o yo anduve lopezvelardiano.

0 Escrúpulos y jaculatorias.:

 
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